Bunker en vivo

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Acaso Roger Waters es Dios?
  • 15 de abril de 2021
  • Bunker FM 91.9
Su promesa de no tocar The Wall hasta que el muro caiga.

Si algo hemos aprendido de Roger Waters, es que los muros siempre parecen más altos de lo que son. Tomemos el mundo trágicamente dividido de la Guerra Fría. Comprobaremos que, mientras los políticos polarizaban, el pueblo a ambos lados del Muro se reconciliaba mediante refranes, comparaciones y bromas chuscas hoy olvidados. Cuando nos asomamos al sentir cotidiano de la época, que nos pintan como paranoica y sombría, descubrimos que las masas encontraban motivos sobrados para reírse y desdramatizar todo aquello:

Se hace más operaciones de pecho que Brézhnev para colgar medallas (comparación rusa).

¿Cómo usar un plátano como brújula? Ponlo en el Muro de Berlín: la parte mordida apuntará hacia el este (chiste alemán).

Anda, hijo, que gastas menos que un ruso en catecismo (acusación de tacañería andaluza).

Aunque nunca hubiéramos visto un ruso, nos esforzábamos por introducirlos en nuestros chistes, y con eso hacíamos más por la paz mundial que aquellos políticos que, como el viejo Brézhnev, cargaban varios kilos de chatarra en la solapa.

Roger Waters, miembro fundacional de Pink Floyd, también tiró de frases hechas en su noche más original. Aunque tienda siempre al laconismo, es el inglés un idioma muy rico en expresiones creativas. Por ejemplo, donde los hispanohablantes decimos “cuando los burros vuelen” o “cuando las ranas críen pelo”, los anglosajones utilizan When hell freezes over (cuando el infierno se congele) o When pigs fly (cuando los cerdos vuelen).

Estas expresiones pudieron pasar por la cabeza de un inglesito como Waters, en una noche terrible de los primeros años ochenta. Un verdadero descenso a los infiernos, un arrebatador instante de lucidez, un fantasma que venía persiguiendo al cantante y bajista desde hacía varias giras.


Cuando alboreó en el horizonte, Roger comprendió: tenía que hacer un juramento para no volver a pecar. Iba a enterrar para siempre su álbum The Wall (El muro), su obra cumbre, la sublimación de todo el sufrimiento ocasionado por una educación cretina y clasista, una sociedad fría e indiferente, una industria musical caníbal y un padre fallecido en acto de servicio. Aquella obra que expuso su corazón ante el mundo, aquella que repetía como un maniático, la que había condecorado con una larga serie de secuelas… Aquella burbuja en la que se veía morir. Había que pasar página.

Roger buscó en su mente las palabras del juramento. No volveré a interpretar El Muro hasta que… hasta que… ¿…hasta que se congele el infierno? Pero Roger, como hombre culto que era, sabía que el infierno ya se congeló en la Divina comedia de Dante. ¿Hasta que los cerdos vuelen? Maldita sea… ¡Precisamente Waters es el hombre que consiguió que los cerdos volaran! Desde 1977, en homenaje a la portada del álbum Animals, los conciertos de Pink Floyd se distinguían por incluir globos hinchables de porcina silueta. Él no podía jurar por eso.

No volveré a tocar El Muro hasta que… hasta que caiga El Muro. El Muro de Berlín.

Ahora vivimos la sensación opuesta a esos felices noventa en los que el mundo se reunificó. Hoy nos parece que todo es cambio. Viajamos a la deriva y el futuro se ha vuelto sumamente incierto. Para muchos fue consoladora, en los inicios de aquella recesión, la imagen de un dinosaurio del rock que continuaba haciendo lo mismo de siempre. Construyendo su Muro cada mañana, derribándolo antes de acostarse. Como diría Mircea Eliade, el eterno retorno del ritual ofreció solaz contra la angustia del devenir. De ahí el tremendo éxito de su gira, superior a cualquier otro músico en solitario.

Los imperios nacen y mueren. Las crisis detonan de un día para otro. Pero, en el momento adecuado, Roger Waters aparecerá en el estadio de tu ciudad, desgañitándose con las mismas melodías, erigiendo y derruyendo su pequeño Muro, símbolo de todos, arriba, abajo, abajo, arriba, una noche sí, la otra también.

Este nuevo Sísifo, de gira con su roca, les arrebata hoy los chistes a Nixon y Brézhnev:

Tras un accidente de carretera, los actuales miembros de Pink Floyd se encuentran a las puertas del cielo. San Pedro se emociona al verlos: “Pero si son Pink Floyd… ¡Qué ganas teníamos de que llegarais! El cielo es un lugar estupendo para los músicos. Incluso tenemos nuestra propia banda, con Elvis a la voz, Hendrix a la guitarra, Sinatra al piano y Roger Waters encargado de las letras”.

Gilmour responde: “¿Pero Roger está aquí? ¿Cuándo murió?”.

San Pedro se inclina para susurrarle al oído: “En realidad solo es Dios… Pero el pobre se cree que es Roger Waters”.