Bunker en vivo

Bunker en vivo
  • 19 de abril de 2021
  • Bunker FM 91.9
Con el líder del grupo apenas capaz de mantenerse en pie debido a sus excesos y tras quedarse sin productor, la banda californiana grabó el álbum en una semana.

A The Doors sólo le bastaron seis años para escribir uno de los capítulos más brillantes, oníricos, influyentes y turbulentos de la cultura rock. Muy pocos artistas han sido capaces de mantenerse productivos envueltos en semejante vértigo. Levitaban con finura, caían bruscamente, se levantaban y seguían andando, hasta que el proceso se deterioró. Por lo que L.A. Woman no sólo funcionó como un último disco, sino que se convirtió también en el testamento del cuarteto californiano y en especial de su líder.

Y es que literalmente se trató del final del camino para Jim Morrison (murió tres meses después de su aparición) y en el principio del culto que actualmente sigue girando en torno a su figura. A 50 años de su lanzamiento, que se cumplen hoy lunes, el tema que le da título a este puñado de canciones todavía pone los pelos de punta. Esa oda a la carretera de ocho minutos fue la manera que encontró el frontman de despedirse de Los Angeles para siempre. “Si te dicen que nunca te he amado, sabés que ellos están mintiendo”, reza un pasaje de ese clásico.

Sin embargo, antes de que se le pusiera la chapa de obra maestra, L.A. Woman fue un disco despreciado y por el que nadie apostaba nada. Era lógico: su cantante no conseguía mantenerse en pie, a causa de sus excesos. A Morrison se le podía ver deambulando por los bares y telos de la ciudad, mientras el resto del grupo lo esperaba en el estudio. Si bien había dejado la cocaína, la había cambiado por tres litros de whisky escocés al día. Estaba irreconocible. Esta encarnación de Adonis había engordado diez kilos y tenía una barba tan tupida que escondía sus irresistibles facciones. Morrison se había aburrido del rock a pesar de que había conseguido personificarlo. Las repercusiones por el escándalo que protagonizó en un recital de la banda en Miami, en 1969, donde supuestamente mostró los genitales (otro condimento para su mitificación debido a que esto nunca se comprobó), fue lo que terminó por cansarlo de todo y de todos. Esto desencadenó un juicio por el que The Doors gastó casi un millón de dólares en abogados, lo incluyó en las listas negras de reproducción en la radio y fue vetado en 20 ciudades.



“He estado tan bajo que esto me parece arriba”, canta Morrison en “Be Down So Long”, parte del repertorio de L.A. Woman y concebida a partir del peso que le hizo sentir el sistema judicial estadounidense con ese juicio. El sexto disco de The Doors se despojaba del matiz oscuro y reflexivo de las características letras de Jim Morrison, para asumir una postura más contemplativa, lo que quedaba en evidencia en la canción anteriormente señalada. También en la que le da título al álbum, donde describía las tentaciones de la jungla de concreto en la que habitaba. “Riders on the Storm”, por otra parte, basaba su historia en la del asesino de carreteras Billy Cook, acusado de matar a seis personas, entre ellas a una familia completa. Previamente al desarrollo narrativo del tema, el tecladista Ray Manzarek (que murió en 2013 en Alemania) y el guitarrista Robby Krieger compusieron la música, un exquisito diálogo entre el rock psicodélico y el jazz que fue inspirado por el country “(Ghost) Riders in the Sky: A Cowboy Legend” (escrito por Stan Jones y popularizado por Vaughn Monroe).


Tras escuchar lo que el grupo tenía para ofrecerle, el productor de todos sus álbumes, Paul A. Rothchild, lo calificó como “música de cócteles”. O al menos es lo que dice la leyenda urbana. Pese a que era conocido por su paciencia, esta vez se bajó del proyecto. “Venía de hacer Pearl, de Janis Joplin, uno de los mejores trabajos de mi carrera. Esa música estaba llena de corazón”, contextualizó Rothchild en una entrevista que le hicieron en 1981. “Cuando entré con The Doors a los ensayos de ese material, durante aproximadamente un mes, no hubo entusiasmo absoluto. Jim ni siquiera aparecía la mitad del tiempo. Pero en realidad todos habían sido vagos. Sólo tenían cuatro o cinco canciones que estaban lo suficientemente definidas en ese momento. Las más completas fueron ‘L.A. Woman’ y ‘Riders on the Storm’, que me parecieron fantásticas. Luego de ir al estudio (Sunset Sound), porque algo teníamos que hacer, les dije que eso no era rock and roll sino música de cócteles. Mi problema fue que no pude hacer tocar a ninguno de ellos de forma decente”.

Rothchild salió del estudio molesto e indignado. Al regresar, miró a Bruce Botnick, quien lo había acompañado como ingeniero de grabación en los discos anteriores de la banda, y le propuso que lo produjera él. Minutos más tarde, después de que ambos se pusieran de acuerdo, le revelaron el plan al cuarteto: “Bruce me ha visto trabajar durante años. Úsenlo como punto de partida”, espetó el entonces exproductor, ante la mirada atónita y pálida de los músicos. “Si reúno lo que tenemos y lo presentamos a la compañía discográfica, ni siquiera vamos a poder negociar un trato”. Por eso, The Doors regresó a su sala de ensayo, ubicada en el 8512 de Santa Monica Boulevard, frente de las oficinas de su sello, Elektra Records, para hacer ahí L.A. Woman. A contramano de la opinión de Rothchild, los integrantes del grupo concordaron con que las canciones estaban buenas. El problema era Morrison. Si ellos pautaban las sesiones para la una de la tarde, su cantante aparecía cinco horas tarde y borracho. Por eso Botnick aprovechó al máximo grabarlo en una sola toma debido a que no sabía cuándo volvería a verlo.

“¡Soltalo!”, es lo que se le escucha decir a Jim Morrison apenas comienza “The Changeling”, tema que abre el disco. También fue el primero de ese repertorio que grabaron. 

El título está tomado de El Cambiante, criatura de apariencia humana que forma parte del folklore de algunos países europeos. “Tenés que verme cambiar”, interpreta el frontman en plan profético, consecuente con el resto de la letra, que describe hábitats en los que vivió y situaciones que le sucedieron. 

Considerada “la mejor canción menos conocida” de The Doors, “The Changeling” es una reverencia al groove y por sobre todo a James Brown. Equilibra a la perfección el funk con el blues rock que bien supieron cultivar en su álbum anterior, Morrison Hotel (1970). 

Ese trabajo se tornó en un punto de inflexión para que el cuarteto se despegara del pop y su vocalista deviniera en cantante de blue. Además de que la voz le cambió por el consumo de alcohol y los tres paquetes de cigarrillos que se fumaba diariamente, volviéndola enronquecida, Jim Morrison necesitaba exorcizar su melancolía y su obsesión con la muerte.